A mí lo que me pasa con todo este debate
materno-reproductivo es que soy muy partidaria de todo.
Soy pro métodos anticonceptivos, por supuesto.
Pro familia numerosa y pro hijos únicos.
Pro clínicas de fertilidad y pro clínicas abortivas.
Pro maternidad subrogada.
Pro adopción.
Pro familia monoparental, homosexual o heterosexual.
Y pro no-maternidad.
En materia de óvulos, cada mujer que haga con los suyos lo
que le dé la gana. ¡Faltaría más, con lo que nos ha costado llegar ahí! Todas
las opciones me parecen válidas. Y creo que en nuestra sociedad occidental tenemos
la suerte de poder elegir. O tenemos más bien ese derecho reconocido.
El problema llega después, cuando a las mujeres que tachan
la casilla de la maternidad se dan cuenta de que ya no hay más casillas: la de
carrera laboral ha desaparecido de su papeleta.
¡Maternidad o trabajo!
Es una especie de grito de guerra, que, como diría Gloria
Fuertes, aterra.
Ahí está el machismo en nuestra sociedad. Por eso no entiendo muy bien a esas feministas
que van a protestar a un congreso de maternidad subrogada. Que vayan a
protestar al ministerio de Trabajo o a las empresas que echan a las madres a la
vuelta de las bajas de maternidad. Que vayan a protestar a un consejo de
administración. Que vayan a protestar a los sindicatos. Que protesten contra el
machismo silencioso.
Eso es: machismo silencioso.
En mi entorno -clase media urbana y rural, mujeres con
títulos universitarios, que llevan años trabajando- el virus del machismo
silencioso ha hecho estragos: las escucho en el parque infantil o a la salida
del colegio, se habla en voz baja, “después de la baja, me putean sin parar”, “me
han cambiado de puesto, ahora no hago más que tareas menores, ¡y yo era
creativa!”, “me quieren echar”, “me han echado”. Es un mal irremediable y no
tiene cura. Y veo a todas esas mujeres válidas y resignadas. Cuidan a sus niños
y echan currículos. Trabajan gratis en proyectos altruistas y cuidan a sus
niños. Se implican en la asociación de padres, hacen trabajos mal pagados de freelance, y cuidan a sus niños.
¿Dónde está esas feministas vociferantes?
Protestando contra los óvulos.