jueves, 17 de septiembre de 2015

MIRA MI BRAZO TATUADO... Y SUEÑA CON ESCRIBIR


Era un tipo de corta estatura, músculos marcadísimos y tatuajes en los bíceps. Trabajaba de policía en una comisaría de un barrio duro y por las noches, de portero de discoteca. Tenía que pagar a varios hijos de varias mujeres distintas, y no le daba el sueldo de poli para tanto. Ladeó la gorra, se colocó las gafas de espejo, dijo arrastrando la voz: “Yo lo que quiero hacer en la vida es escribir”.
Contuve la respiración.

Resulta que es así. Estamos rodeados de gente que quiere escribir. Lo que me preocupa es que no exista en la misma proporción gente que quiera leer. Si todos escribimos, ¿quién lee?
Las editoriales se quejan de que han caído en picado los índices de lectura. Pero ¿y los índices de escritura? Me pregunto: ¿acaso los que escriben no leen? Porque yo leo, y leo, con una especie de compulsión peligrosa, adicta, el día que no leo, me siento culpable. El día que no escribo, desolada.
Así que ¿las actividades de leer y escribir no son consecuencia una de la otra?
La cuidadora que tengo en casa me dijo un día:
-Hay un vecino que me encuentro cuando saco a pasear al perro que  es escritor. Le conté de usted. Y ahora tiene muchas ganas de enviarle su libro.
Claro, repliqué con la boca pequeña, que me lo envíe.
Jamás me lo envió. Nos intercambiamos un par de correos educados. Intenté imaginar de qué podría escribir un tipo que me había confesado que, como no le gustaban los libros de las librerías, había decidido fabricar (sic) los suyos propios.

Luego están los escritores poetas. El farmacéutico de la esquina, un funcionario de Hacienda que mata el rato escribiendo coplillas, periodistas y pensionistas, un abogado. Esos no quieren escribir poesía, esos se dicen poetas, nacieron poetas.
¡Qué manía con la vocación!
¡Pasemos a la acción!
Yo lo que quiero en la vida es escribir.
No quiero ser escritora, quiero escribir.

Eso ya lo dijo el poli tatuado: no quería ser escritor, quería seguir siendo poli y a la vez seguir escribiendo. Aquel día, mientras me contaba su historia, me devané los sesos pensando en qué tipo de consejo darle, qué tipo de historias podría escribir alguien que al hablar se comía las eses y el final de las palabras y que intercalaba un joder-hijodeputa en cada oración. Y entonces va el tipo y de su mochila extrae ¡dos novelas publicadas! Me fui a casa desconcertada, con dos novelas a la espalda.
Y tenían fuerza. No era una escritura exquisita, pero era eficaz, contundente, brutal.
Jamás lo volví a ver. Al que quería escribir y no, ser escritor.
Porque hay una diferencia. De planteamiento básico, de ego, de humildad, de fe.

Yo quiero escribir, no ser escritora.

domingo, 6 de septiembre de 2015

ALGO SIN PULIR


Hay algo muy bruto en el hecho de un grupo de hombres y mujeres trabajando juntos con las manos en la tierra.
Y más si lo hacen por altruismo y todo su su jornal será una empanada y unos tragos de la bota de vino.
Y más si lo que hacen juntos es vendimiar.
Corta el racimo con la tenacilla, échalo en la jaula con cuidado de no dañarlo, avanza por tu línea. ¡No te tuerzas! Eh, aquí hay una jaula llena. Aquí hay una llena. Llena. Cachicán, aquí hay una jaula llena.
¡Cachicán!
Se oye por todo el valle de Villafranca del Bierzo.

Hay algo muy bruto, sin pulir ni labrar.
-Las lagaretas. Las mozas tenían campo libre en la vendimia. Perseguían a los mozos, y les bajaban los pantalones y les frotaban con uvas los cojones.
-Las lagaretas. Me lo contaba mi padre.



Hay algo muy bruto. Tosco. Que viene de los abuelos de nuestros abuelos y de ahí aún más atrás.
-Mi abuela arrancó la viña a principios de los 80. Era LA VIÑA. Hablaba de ella con... no sé, amor. La única vez en su vida que vistió pantalones fue para ir a vendimiar. Se puso unos de mi abuelo. Y cuando llegó a la viña tuvo que volver a casa porque no aguantaba el calor ni el roce de la tela en las piernas.
Mi padre hablando de su padre.
-Padre se ponía a lavar las cubas dos meses antes. Las sacaba al patio y echaba horas lavando bien. Lo importante es que esté bien limpias. Si no, hay ese gustillo como mohoso. Un día se desvaneció dentro por los gases etílicos, casi lo perdemos. Alguno del pueblo murió así –pausa-. O yo creo que quiso matarse así.

Hay algo muy bruto sí. No sé cómo expresarlo. Me he levantado a las seis de la mañana y he recorrido más de cien kilómetros para estar aquí. Recojo a mi amiga R de Ponferrada, aparcamos frente al castillo de Villafranca. Hay 9 grados y bandadas de peregrinos cruzando la plaza. La viña está cerca, son dos hectáreas que le compraron a varios paisanos. Mencía y godello en una ladera asoleada. Hoy toca solo mencía, esa uva negra y apretada.
Hay algo muy bruto...
...lejos de carreteras, de calles, de paredes, de ordenadores, de zapatos de tacón, de guardar composturas, sentarse con las piernas cruzadas y la cabeza ladeada, de la cháchara incesante…
Hay algo muy bruto y muy puro.
Trabajo con siete tipos que no conozco. En silencio. Cada uno concentrado en su línea. De vez en cuando hay una conversación fragmentada, un grito, ¡cachicán!, una broma. Nos vamos acercando a la caseta donde se guardan las jaulas (y la cerveza). El sol se levanta y empezamos a sudar. A mediodía hace demasiado calor, las uvas están ya a 21 grados, dice Nacho León, el dueño. El líder, el cachicán. Tiene cara de no haber dormido al menos desde que empezó la vendimia. Tiene cara de loco. De loco bruto. Pone fin al trabajo y nos conduce a la bodega en Cacabelos. Allí organiza el trabajo y se forma una cadena frenética, descarguen caja, echen su contenido en la despalilladora, que corra el mosto, que ascienda hasta el depósito. ¡Ese olor!
En bruto.
Ese olor.
Y luego el almuerzo allí en medio: empanada de acelgas, chorizo criollo a la brasa, queso curado de oveja, tomates de huerta. Y el vino. Probamos un godello natural sin aditivos, un Villa Tondonia muy viejo, y este y el otro, y claro, el vino de la bodega, Demencia Wine (Demencia, sí, ese nombre).

Hay algo muy bruto, de perder la cabeza, después de un día con las manos en la tierra.

Me entran ganas de ponerme bruta, bruta.