Es el día de la Patrona. Llegan
al pueblo parientes desde la vieja Castilla, desde Madrid, desde Asturias.
Y llega mi tío, obispo, desde
California.
Viene cargado de regalos,
reparte chicles de canela y ejemplares de Time
y New Yorker, camisetas con leyendas
en inglés talla XXL y corbatas made in
China.
-En los EEUU todo es ya made in china –dice con una especie de
resignación.
Cuando se sienta a comer se
quita el alzacuellos y se mete la cruz
de plata en el bolsillo. Nos habla de Obama.
-No le permiten gobernar.
Antes el presidente de los EEUU, cuando era elegido se convertía en el
presidente de todos. Ahora no. Clinton no fue el presidente de los
republicanos. Bush no fue el presidente de los demócratas. Obama no es el
presidente de los republicanos.
Nos habla del Antiguo Testamento.
-Jonás, me encanta su
historia. DiosnuestroSeñor lo hizo profeta en contra de su voluntad. Pero
Señor, decía, yo no quiero predicar en Nínive. Si no me hacen caso en mi
pueblo, cómo me van a hacer caso allí, donde nos odian y nos persiguen.
Mi tío suelta una carcajada
jovial mientras se pone la pechera perdida de jugo de sandía.
-Y Jonás se negó y se
embarcó huyendo de los designios de DiosnuestroSeñor y al final se lo tragó
la ballena. Pero... –pausa teatral- sobrevivió. Y agradecido fue a Nínive y
acabó convirtiendo a todos, desde el rey hasta las bestias. Las bestias –repite
y suelta otra carcajada-. Humor del Antiguo Testamento.
Es el día de la Patrona. La
gente sale en tropel a pasear por la plaza mayor vistiendo sus mejores galas.
Mi tío nos acompaña en esa procesión pagana.
-¡Padre, padre!-. Un hombre
de mediana edad y camisa de cuadros se agacha y le besa el anillo episcopal-. Sé
que visitó usted en Jerusalén. Yo también. ¿Qué le parecieron los Santos
Lugares?
Mi tío se inclina y le dice
al hombre algo que no llego a entender.
-Dios lo bendiga –repone él-.
Y estuvo con el Santo Padre en Roma, ¿qué le pareció?
-Un profeta –responde mi tío
con una sonrisa benevolente.
-Dios lo bendiga –repite el
hombre y, con un nuevo besamanos, se pierde entre la multitud.
-¿De dónde venís?
-Del concurso de pintura
rápida. Hicimos unos bocadillos de chorizo y marchamos a la orilla del río a
pintar.
La mujer que me contesta es
poetisa y diseña joyas con materiales de reciclaje. Tiene una espesa cabellera
negra y unas piernas largas y delgadas. Me muestra su lienzo. Sus hijas, las
mismas piernas largas y tobillos estrechos, los mismos labios carnosos, el
mismo cabello oscuro, me muestran los suyos. Tres puntos de vista distintos
sobre el mismo paisaje. Mi tío los valora con ojo crítico.
-Fantástico –dice-. Congratulations.
Ellas lo observan a él con
idéntico ojo crítico.
-Ay, ¡qué ganas tenía de saludarlo! –una monjita escueta y arrugada con una túnica blanca se nos acerca.
Cabecean los dos con respeto, mi tío y la monjita.
-A pesar de tantos años allá no ha perdido el acento de aquí.
-Eso me dicen en Caracas cuando vuelvo del pueblo- se gira hacia mí-. En las favelas me llaman sor Menudencia, como soy tan pequeña- explica y suelta un ruidito como el gorjeo de un jilguero.
-Ese año, en el balneario,
yo supe que Padre estaba mal cuando jugamos a la brisca: dejaba caer las
cartas.
Mi tío mira a mi padre y
mueve la cabeza. Estamos sentados en una terraza, a unos metros hay títeres
para niños y se escuchan las voces del titiritero, con su acento medio leonés
medio gallego. Está representado una comedia, los protagonistas son los
miembros una familia de cochinos.
-Cómo le gustaba a Padre
echarse al mar, nadaba hasta que era solo un punto en el horizonte- responde mi
padre.
-Pero en ese viaje, no, en
ese viajo no nadó.
-Tengo un amigo que es predicador
baptista. Yo le digo: pero no sería mejor que siguierais las escrituras en las
homilías-. Mi tío le da sorbitos con deleite a su vermuth son selz-. ¿Y sabes lo que me
responde? Si lo hiciéramos así acabaríamos durmiéndonos en los laureles, es más
creativo y requiere mayor esfuerzo que cada uno predique sobre lo que quiera.
-Capitalismo religioso
–apostillo-. Las iglesias compiten entre ellas por los fieles.
Mi tío abre la boca para
añadir algo y de pronto empiezan a sonar canciones leonesas y un grupo
folklórico se mueve por el escenario. Revuelo de manteos amarillos y frufrú de
enaguas. Hemos pasado de los cerdos de cartón piedra a los danzantes de la
ribera.
-He leído que el español está creciendo
en EEUU –afirma mi padre por encima del estruendo.
Mi tío frunce el ceño.
-No, está creciendo la
población hispana, que no es lo mismo. Los inmigrantes, en cuanto se integran
en la cultura americana, pierden su idioma.
Los danzantes siguen dando vueltas
por el escenario. Hay piruetas, saltos, manos que vienen y van. Panderetas,
tamboriles. Los antiguos bailes que veía mi tío de niño en el pueblo. Ahora, en
las iglesias de su diócesis californiana, los nativos del reino de Tonga bailan
ataviados con collares de palma en torno al altar.