NATACIÓN
-Pero, ¿cuántos largos hiciste?
-Veinte larguines de nada.
-¿Y cómo marchas tan pronto?
-Se empeñaron los mis hijos en que había
que hacer hoy la matanza.
La mujer, cincuenta y tantos años, cabello corto
y canoso, se frota la cabeza con una toalla vieja. Elige unas deportivas
embarradas de la fila de deportiva embarradas en la parte baja de los bancos. Y
cuando se va, con el pelo húmedo, deja un rastro de paja y cagarrutas.
LUCHA LIBRE
-Hace poco andaba yo por el paseo
marítimo de Benidorm con mi mujer, ya sabes, en invierno pasamos ahí temporadas,
porque las heladas de aquí se llevan mal. A lo que iba, a un mozo que había delante se le escapó el perro y le saltó
encima a Paca. Yo hice el paso y medio reglamentario para el golpe de garganta
que aprendí en la Legión y lo tiré al suelo. El tiparraco era incapaz de
levantarse.
El hombre se coloca el sombrero de
fieltro verde, a juego con su loden. Le da golpecitos en la solapa a su
interlocutor. Tiene 85 años y huele a loción cara de afeitar.
-Si hubiera tenido hijos, los hubiera
enviado a todos una temporada a la Legión.
ATLETISMO
-Hubo poca gente ayer en la maratón.
¿Dónde estaban esas señoras que salen a andar todos los días?
-Bueno, mujer, es puente, la que no tiene
aquí a los hijos de Madrid, que ya sabes que vienen lambriones, está con la
matanza. ¿No hueles?
-La lumbre.
-Humo de urce. Con estas heladas, es la
época.
-Nosotros este año, dos cerdas.
La escarcha de la mañana aún no se ha
derretido sobre la pista de atletismo y las dos mujeres, de unos sesenta años,
hacen estiramientos sobre los bancos. Llevan mayas ajustadas, camisetas
térmicas, bragas al cuello, gorros con orejeras. Al fondo se eleva la columna
de humo de la fábrica azucarera, trayendo su hedor romo, como a raíces
oxidadas.
-Si pasas mañana a la tarde, te doy una
cazuela sangre.
FÚTBOL
-Pero a quién se lo ocurre hacerla hoy.
-Tú calla y aprieta.
-Joder, que hoy juega el Real Madrid.
-Anda, ¿no lo estás escuchando por radio?
-La radio, la radio, eso es de la
posguerra, hay que verlo en pantalla de plasma. Que no te enteras. ¡Para un
puto partido que quiero ver!
-Hala, ya rompió la tripa. Claro como
estás a por uvas. ¡Atiende hostia! Que bien te comes luego los chorizos.
Hay una habitación que huele a humo, a
pimentón, a carne. Las paredes están renegridas, una densa telaraña cubre las
vigas. Hay un hombre mayor enfundado en mono verde de trabajo, un hombre joven
en chándal, una mujer en bata color turquesa. Los tres están salpicados de
rojo, tienen rojas las manos, el vientre, el pecho. Hay un viejo aparato de
radio colgado de un clavo herrumbroso, el cable está cubierto de una gruesa capa de polvo.
-¡Goooooooooooool de Xabi Alonsoooooo!
El joven suelta la tripa y se pone a dar
saltos. La mujer se limpia el dorso de la mano en un mandil y se lo pasa por la
frente y las sienes. Tiene pedacitos de carne entre las uñas.
-Venga rapaz, que mañana el hombre del
tiempo dio nieblas y así no curan bien los chorizos.
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