domingo, 25 de enero de 2015

EL PASTEL DE RUIBARBO O LA VICTORIA DE ALEXIS TSIPRAS



Sobre lo que ha pasado y está pasando en Grecia puedo decir dos cosas y las dos con ciertas: conozco a los alemanes y conozco a los griegos. Viví años con un alemán, viví años en Alemania; viví años con un griego y viajé a menudo a esa zona del Mediterráneo.
Ahora viene la historia: los bancos alemanes prestaron dinero a los griegos para construir un país olímpico y las empresas alemanas construyeron ese país con maquinaria alemana, o sea, el dinero de los bancos alemanes fue a parar a las empresas alemanas.
Entre medias, corrupción, corrupción (sobres de dinero que iban a parar a los políticos de los partidos de siempre) e intereses, unos intereses que iban creciendo exponencialmente, brutalmente, monstruosamente hasta que...
...todo se hundió y los bancos alemanes exigieron sus pagos. Y la UE, y el BCE, y los hombres de negro aterrizaron sobre el Partenón para castigar a un pueblo como la maldición en una tragedia griega.

Puedo decir dos cosas y las dos son ciertas: me gustan los alemanes y me gustan los griegos. Entiendo la postura alemana y la griega.
Entiendo el trabajo intensivo, la disciplina, la honestidad, los horarios cumplidos y el pastel de ruibarbo (este último, me cuesta).
Entiendo el trabajo extensivo, la impuntualidad, la berenjena rellena, el sol agosteño que cae de plano y las ganas de defraudar a Hacienda.
Las óperas subvencionadas a precios populares y los teatros subversivos.
Los teatros subversivos en las ruinas griegas y los bailes populares en las cubiertas de los ferries.
Los cafés silenciosos en las tardes de invierno y las conversaciones profundas.
Las barbacoas de pulpo al atardecer y las conversaciones profundas.
Y también: Angela Merkel no representa a todos los alemanes.
Y la victoria de Alexis Tsipras no es el fin de Europa.
Y también: un país tiene derecho a elegir el gobierno que quiera.
Mis amigos griegos se han echado a las calles. “Por lo menos hoy muchos hombres y mujeres tendrán importancia en la construcción del día a día de un país”, me escriben por whatsapp.

Puedo decir dos cosas y las dos son ciertas: a veces, las diferencias culturales entre norte y sur son irreconciliables.
Sentimentalmente hablando.
Económicamente hablando.
Políticamente hablando.




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