domingo, 4 de octubre de 2015

LO QUE SE ESCONDE TRAS LA MÚSICA QUE TE CONMUEVE


Lo que se esconde tras una música que te conmueve.
Nadie lo sabe.
Ni tú mismo.
Cada vez que escucho Liebenstraum nr 3 de Liszt es como si llegara irremediablemente al final de algo que me produce una terrible nostalgia dejar atrás.
El piano avanza suavemente hacia un abismo, muy quedo, muy dulcemente avanza.
Y se desboca.
Mi madre se sienta en el brazo del sofá del vestíbulo para escucharme tocar esa melodía. Lleva una falda tubo y un jersey de angora. Se ladea una gordita de punto que se pone cuando va a salir. Me escucha con sus oscuros ojos brillantes.
Ella piensa que toco bien.
Ha puesto todo su empeño en que aprenda a tocar, en que me levante más temprano que el resto para ir al aula de música, en que salga más tarde que el resto, en que practique a todas horas.
Ella va y viene, atareada con sus mil quehaceres de madre emprendedora. Pinta, cocina, cose, lleva las cuentas. Se da sesiones de quimioterapia.
Mi madre piensa que toco bien.
Yo sé que no, yo sé que soy mediocre. Pero delante de ella, ataco con brío el Liebenstraum de Liszt. Me lo he aprendido de memoria. He aprendido cuándo toco el pedal, cuando suena molto agitato, cuando desciende suavemente hasta el andante. Es la única pieza que he logrado tocar pasablemente.
Ella piensa que todo lo toco bien.
No puedo defraudarla.
¡No!
Aunque.
En realidad no sé lo que piensa mi madre.
No lo sé y jamás lo sabré.
Mi madre que murió una tarde otoño cuando yo estaba preparando las fugas y las sonatas de cuarto de piano.
Por eso, cuando escucho Liebenstraum es como si llegara irremediablemente al final de algo que me produce una terrible nostalgia.
Aunque.
Jamás escucho Liebenstraum de Liszt.




No hay comentarios:

Publicar un comentario